La merma: Recuerdos y disparos sobre “el accidente” de María Moreno

Tiene un dedo garfio que ahora anda pavoneando en redes sociales. Es una joya de estilo medieval, de plata, con piedras negras engarzadas y picos, filos. Una belleza peligrosa. Como una versión puntual del brazo gancho de Mario Bellatin, que invade su literatura, pero lo lleva puesto porque suple la falta de su extremidad derecha. Podría ser Isildur, victorioso, con el dedo que le cortó a Saurón. Pero no.
Es María Moreno, con su dedo de hacer fuck you engalanado de intención y actitud, listo para el combate. En su caso, ahora, el de escribir. Con el dedo medio de su mano izquierda, tipea sus maravillas. El dedo garfio es co-autor de La Merma (Random House, 2025), el libro en el que cuenta recuerdos y acumula reflexiones sobre lo que llama “el accidente”, que es el accidente cerebrovascular que en julio de 2021 la dejó con parte de su cuerpo paralizado, le afectó el habla y, sobre todo, le atrofió la mano con la que escribía.
Así como va propulsaba, literal y simbólicamente, en una silla de ruedas poderosa como la de Charly García cantando "Rompela", María Moreno sigue rompiendo creencias, tendencias. “No seas como los demás”, canta García y ella, la cronista inigualable de la Argentina se va volviendo cada vez más autobiográfica y, así, observándose a ella con la crudeza con la que sabe mirar todo, habla del mundo, de la condición humana, del cuerpo, la casa efímera que nos mantiene acá un rato.
¿Cómo volver a la escritura, con todo en contra? Así, con todo en contra. En diciembre del año pasado salió por editorial Sigilo publicó Por cuatro días locos. Pequeño inventario de la patria pop, que reúne 23 crónicas, columnas y ensayos (que a veces son un mix de todo eso y más) de distintas épocas, publicadas originalmente a lo largo de casi dos décadas, incluidas dos hasta ese momento inéditas.
María Moreno. Archivo Clarín.
Para ese libro, María Moreno escribió un prólogo. Ahí dice, explica, que su lenguaje antes de ACV “pretendía ser como un foulard empapado en purpurina barroca”. Pero ahora su cuerpo no va al ritmo de su cabeza. Y tuvo que encontrar, entonces, un nuevo estilo. Otra forma.
La merma que ataca a María Morena no la disminuye. Sí le quita una cantidad de cosas, pero en esa restricción, como si fuera un juego estilo OuLiPo –el grupo francés de experimentación literaria creado en 1960 que buscaba formas de crear usando técnicas lúdicas de escritura limitada–, encuentra una forma nueva. Igual de provocadora, deslumbrante, certera y tan graciosa como profunda, pero ahora de algún modo más parca (con perdón, o no, a esa polisemia), la cronista de flequillo eterno se puso a teclear con su único dedo obediente, ese que ahora engalana con el garfio feroz.
“Una frase lograda me parece tallada en un grano de arroz”, escribe, dice, en su ritmo nuevo, aparentemente más mesurado. El resultado esa obra literaria inclasificable, que excede el género crónica, coquetea con la autoficción, se sambulle de-generada en un estilo tan bestial como resplandeciente para narrar, en unas 150 páginas divididas en cuatro capítulos, la historia de un derrumbe físico que se hace literatura.
El texto, el dedo esforzado, la joya punzante que lo engalana, la silla de ruedas que la impusa, todo es su devenir Jamie Sommers, esa mujer reconstruida en un laboratorio tras sufrir un accidente, biónica, como nombra la autora al último fragmento del libro.
El Director Editorial de Penguin Random House, Juan Boido, Luciano Lamberti, María Moreno y Ana Laura Pérez Directora de la División Literaria durante el Premio Clarin Novela. Foto: Juano Tesone
Todo le sirve a María Moreno para decir. Hasta la tapa, que tiene una foto de ella atravesando la imagen en su silla de ruedas. Se sale de cuadro, se adivina un Willy en las ruedas delanteras, el foco está movido. No hay merma en La merma de María Moreno. Todo es algo más, pura fibra, sin nada de hojarasca. Dice, escribe (mejor dejarla hablar a ella): “He renunciado a mis excesos barrocos y a mis enumeraciones caóticas rococó. He llegado a la síntesis por un déficit, no por voluntad. Y he ganado lectores: ahora soy transparente, mientras que mi habla se vuelve, a veces, infranqueable”.
La merma no es un diario íntimo, pero sí va contando un devenir. Es, acaso, el registro de una rehabilitación con nada de alabanza o invitación a la autosuperación. Es una crónica, género del que es reina, con ribetes de ensayo y poesía, que avanza a puro sopapo punk, escrito desde el esfuerzo físico, casi como un manifiesto político sobre el cuerpo enfermo. “La escritura es una venganza que no cesa”, dice casi al inicio de su batalla con el teclado.
María Morena cuenta la historia de una mujer vital que un día descubre que ya no puede mover la mitad de su cuerpo. Que se salvó de la muerte, pero para ella la vida es la escritura. Entonces, mientras en el hospital en la sala de cuidados intensivos la arengaban con que camine, ella intentaba tomar dominio de ese dedo de la mano izquierda. Tip, pausa. Tip, pausa. Lentamente fue construyendo así, no sólo el testimonio de su regreso al lenguaje, también armó una bitácora lúcida, obstinada, sobre la experiencia de encontrarse en un cuerpo que no hace más lo que ella quiere y cómo se reinventa, a sí misma y a su escritura, en algo nuevo.
Si nada optimismo ni solemnidad, con humor caustico y usando la fragilidad como máxima fortaleza, María Moreno avanzó, en este texto, palabra a palabra, letra a letra, para ponerle punto final, por ahora, a un gran regreso. “Ahora solo soy mi lado izquierdo”, dice sin pena. Y ahí está ella, como la Tierra misma, y La merma es la prueba empírica, a lo Galileo Galilei, de que “y sin embargo se mueve”.
La Merma, de María Moreno (Random House).
Clarin